José Cobo. Oración antes de la Marcha.

ORACIÓN ANTES DE LA SALIDA DE LOS CATOLICOS A LA MARCHA POR EL CLIMA EN MADRID  
José Cobo Cano. Obispo Auxiliar de Madrid. 

(Mt 16,2-3) Dijo también Jesús a la gente: — Cuando veis que una nube aparece por poniente, decís que va a llover, y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur, decís que hará bochorno, y lo hace. ¡Hipócritas! Si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sois capaces de interpretar el tiempo en que vivís? ¿Por qué no discernís por vosotros mismos lo que es recto?

Queridos todos:

Orar es un don que viene de Dios mismo.

Es una oportunidad para unirnos y reconocer quienes somos: criaturas de Dios, llamadas a presentar nuestra vida, la de nuestros hermanos y la de la creación entera en la que vivimos. Presentarla y aprender a contemplar en ella al mismo Dios que la trabaja y habita.

Oramos agradecidos porque hoy de forma más intensa, tomamos nueva conciencia de que Dios, en su designio de Amor, nos ha creado y nos ha colocado en vital relación de amor con la casa común donde quedamos enraizados.

Oramos antes de un gran acto público que comenzamos aquí, en un templo. Será un encuentro con miles de sensibilidades y perspectivas, pero que tiene en común el escuchar el grito único del Planeta. Grito que también traemos a este templo y a nuestros corazones.

Oramos en el marco de una gran cumbre: La Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones unidas sobre el cambio climático. Al realizarse en nuestra ciudad, vemos un signo y una oportunidad para abrirnos a la fuerza y sencillez de la oración como vida para toda la humanidad. La oración transforma, nos enraíza en la realidad y nos sintoniza con la acción de Dios.

La oración nos hace pobres y nos pide colocar la realidad ante este Dios que está amando todo lo que ha creado, y se sigue fiando de nosotros, como desde el comienzo, para hacer crecer su obra en la dirección de su bondad y amor.

También la oración nos pone a la escucha de la voz de Dios sobre la casa común y la vida del ser humano en ella.  Así, desde la escucha a Dios, encontramos las claves para saber cómo podemos ser sus manos. Manos, en este proyecto de restauración que comenzó en la Resurrección de Cristo para decirnos que hay Esperanza ante todo lo que significa pecado, muerte y destrucción.

 Esta es la mejor forma de situarnos en este tiempo de Adviento en el que vivimos.   

Decía Tomas Merton que el Adviento es el comienzo del fin de todo lo que en nosotros no es todavía Cristo. Por eso esperamos lo que San Pablo nos dice con solemnidad y claridad: “esperamos que Dios lo sea todo en todos y en todas las cosas” (1 Cor 15, 28). Ese es su proyecto.  Y ha querido realizarlo “Humanamente”: por eso nos vemos en la necesidad de ponernos a la escucha de este Dios que tiene voz humana, y que llega a nosotros en la bondad del ser humano.

Escuchando la voz de Dios percibimos que nace en un pesebre, abrigado por la creación, por los ángeles y las criaturas del campo y por las estrellas.  Contemplando su humanidad abrigada por la creación, nuestra forma de ser personas aprende a ser más humana y aprendemos al tiempo a situarnos en la Casa Común por los caminos en los que el mismo Dios se hace hombre.

Permitidme traer ahora tres signos para orar con ellos y dejar que nos pongan delante de Dios.  Espero que nos hablen y nos sirvan para reconocer por donde llega Cristo  

1.- Traigo un puñado de tierra.

Esa que queda poca en nuestras ciudades de hormigón y cristal.

Tierra que nos habla de nuestro suelo, de dónde venimos, y el lugar concreto donde cada uno somos seres humanos.

Presentamos nuestra Tierra.

Dios nos llama a actuar localmente. A ser concretos. A poner acciones concretas a las palabras. Dios mismo nos enseña pues El crea tocando el barro y dando formas concretas.

La cumbre de Madrid nos hace caer en la cuenta de la riqueza de grupos, sensibilidades y experiencias de esperanza ante el grito de la Creación.

Hay muchas experiencias, desde mil espacios de nuestra sociedad, que están sembrando buenas prácticas para luchar contra el cambio climático y por el desarrollo sostenible.

Necesitamos y pedimos al Espíritu Santo que nos de generosidad para afrontar las medidas necesarias que la tierra espera. Los estudios muestran, como dice el Papa, “que los compromisos actuales de los estados para mitigar el cambio climático y adaptarse a él, distan mucho de ser los que realmente se necesitan para alcanzar los objetivos establecidos en el Acuerdo de Paris”.

Es necesario mucha generosidad para que las palabras no se alejen de las obras concretas.

Gracias a los que concretáis.

El Adviento nos enseña el valor de la pobreza y de lo concreto, como aparece en Belén, en el pesebre, Dios hecho carne.  Desde ahí aprendemos a sintonizar el corazón y descubrir el valor de la Esperanza. Y siempre empieza por lo pequeño y lo pobre, y desde ahí todo se transforma. Creemos por eso que en los pequeños gestos cambiamos a la humanidad. Actuar localmente transforma.

Agradecemos hoy esos gestos del día a día que se van implantando y que son como estrellas que nos ayudan a todos.  Gestos de generosidad, sobriedad, solidaridad y honradez.

2.- Ofrecemos una pancarta. (Es la que irá en nombre de todos los católicos en la manifestación) 

Es signo de nuestra manera de ser ciudadanos y ciudadanas creyentes, que caminan con todos los que trabajan por el bien común.

Una pancarta para despertar la conciencia. Es necesario generar espacios de sensibilización.

Una pancarta para caminar con quienes emprenden caminos de solución y toma de postura.

Una pancarta al filo de la Encíclica Laudato Si del Papa Francisco.

La fe nos lleva a apoyar las iniciativas y a crear nuevos caminos si es preciso.  

Apoyamos iniciativas de ciudadanía global. Damos la mano a quien marche hacia políticas y economías que traten sobre la Vida y el ser humano. No las que tratan sobre el arte de hacer dinero, o dividir a la humanidad en desarrollada y no desarrollada.

Buscaremos fuerzas en la oración para unirnos y aportar la luz de Dios en el desarrollo de sistemas que sostengan a todas las criaturas, que se orienten hacia la Justicia Social. Porque sabemos que esta Justicia solo funciona si se cree profundamente en la Vida.

Desde la fe, como ciudadanos, con el Papa Francisco pedimos y apoyamos   el trabajo   con una voluntad política y económica clara, previsora y decidida para que se dediquen   más recursos humanos, financieros y tecnológicos para mitigar los efectos negativos del cambio climático y para ayudar a las poblaciones ms vulnerables y más afectadas por el calentamiento global. Para fomentar la solidaridad y reforzar los fuertes vínculos entre la lucha contra el cambio climático y la pobreza.

La oración nos ofrece luz y fortaleza para dar voz a los sin voz, y para unirnos al paso de esta parte de la sociedad que toma conciencia activa del clamor y de la necesidad de mantener un planeta sano para hoy y para el futuro.

Y no solo necesitamos cambios políticos y económicos. El Papa Francisco, además, nos pone delante de la educación como un nuevo lugar donde llevar esta pancarta de preocupación. Oremos porque podamos reflexionar con las nuevas generaciones como afrontar esta conversón social y ecológica sin caer en las trampas del pasado como los modelos de consumo y producción, hasta la educación que hemos ofrecido sobre la dignidad humana.

Con esta esperanza y este compromiso presentamos al Señor esta pancarta:  para despertar conciencias y para caminar como creyentes con nuestros hermanos y hermanas y con las criaturas que el buen Dios nos ha confiado.

3.- Y al final os presento una paloma que llega volando hoy, como aquella del diluvio.  

Viene hoy a nosotros portando un brote de olivo verde. Olivo de la paz y el dialogo, pues solo así caminaremos en los caminos del cambio climático inminente.

La paloma nos recuerda el diluvio. Un capítulo de destrucción y de crisis de la creación, motivado por el pecado y la insensatez del ser humano.

Fue un momento de destrucción del que debemos aprender y escuchar en oración, y enseñar a las nuevas generaciones. Ante la destrucción, hombres y animales dejaron de lado incluso el instinto de ir unos contra otros para subirse a un mismo barco: juntos y reconciliados pudieron salvarse y abrir paso a las generaciones futuras.

Fue el compartir un arca donde aprendieron el sentido de la armonía que les ayudó a afrontar el mar, la crisis, la destrucción.

La paloma, al final, reveló que Dios siempre dona esperanza y genera señales nueva vida en medio del caos.

Ahora, mirando al futuro acogemos nuestra responsabilidad con la esperanza de Dios. Quizá necesitamos de arcas nuevastiendas del encuentro que nos ayuden a dar futuro desde un humanismo espiritual que ofrezca vías sobre cómo construir lo que está por llegar.

Ese camino es el que las religiones transitamos y en el que los cristianos creemos profundamente desde nuestra fe en Jesucristo.  La oración nos dice que la solución es una cuestión espiritual, pues el problema climático es ético antes que político o económico. Afecta a cómo somos personas en este mundo concreto.

Desde la fe proponemos un humanismo que sabe dialogar con un mundo plural y le ofrece la Esperanza de Jesucristo Resucitado. Un humanismo que crece cuando fortalecemos el NOSOTROS antes que el “individual Yo” de cada uno y de cada pueblo.

En esta nueva arca caminaremos en el humus de sabernos una sola familia Humana. Es el espíritu de Asís, donde aprendemos a dialogar desde lo que nos une: la humanidad, la casa común, y acogiendo unnosotros en Dios y con Dios.

Dios nos envía la paloma y nos dice que El sigue confiando en el ser humano para construir con pasión un futuro nuevo. Ponemos una mirada de confianza en el ser humano y pedimos que sepamos escuchar la voz de la creación que gime y pide respuestas concretas.

Tierra, pancarta y la paloma de la esperanza 

“¡Ojalá podamos ofrecer a la próxima generación razones concretas para esperar y trabajar por un futuro bueno y digno! Espero que este espíritu anime el trabajo de la COP25, a la cual deseo mucho éxito”, es el aliento del Papa

En este adviento ponemos la realidad de nuestro mundo y la que estos días se viven en Madrid para trascenderla, para escuchar en ella lo que Dios nos dice y para asumir la responsabilidad que el mismo Dios da al ser humano en medio de la casa común.

Un tiempo nuevo nos espera y ese tiempo es de Dios. Gracias por quienes habitáis en él.

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