¿ACASO SOY YO EL GUARDIAN DE MI HERMANO?

Es habitual evaluar el bienestar social en base a la renta per cápita o al producto interior bruto, asumiendo que una economía saneada es el motor de nuestra felicidad. Jackson y colaboradores en 2022 desarrollaron una métrica mas realista, considerando en su estudio parámetros emocionales, económicos, ambientales y sanitarios: felicidad, mortandad infantil, acceso a la electricidad y servicios médicos, prosperidad o calidad del aire entre otros. Sus resultados mostraron que existía una relación lineal más o menos abrupta entre los parámetros y la disponibilidad de energía. Es decir, partiendo de “cero energía” y según se incrementaba el uso de la misma, mejoraba el valor de la variable analizada, mejor servicio sanitario, menor mortandad, etc. Sin embargo, sorprendentemente en la mayoría de los parámetros se alcanzaban valores máximos y constantes (saturación) con niveles energéticos relativamente bajos. La calidad del aire fuera el parámetro que más inversión energética requería, lo que da una idea del punto de deterioro en el que estamos y lo que tenemos que invertir.

Otro resultado interesante confirmaba como muchos países (Figura 1 A) utilizaban valores energéticos superiores a los necesarios para llegar al valor de saturación de las variables. Es decir, despilfarraban energía puesto que esta energía adicional no suponía ningún incremento en bienestar. En paralelo, otros países, especialmente en el Sur Global carecían de la energía suficiente para alcanzar el valor métrico óptimo (Figura 1B).

Según estos científicos con un acceso al consumo mundial de energía de 79 GJ por persona y año, todos los países podrían obtener, en principio, el 95% del rendimiento

máximo potencial de ocho de los nueve parámetros analizados. La combinación energética actual podría satisfacer, de sobra, las necesidades de toda la población mundial si se distribuyera de forma equitativa, reduciendo el consumo energético en los países más pudientes y se aumentara en los más necesitados. Es un resultado que todos intuimos, la novedad son los números, la exactitud numérica y la recomendación científica que, con incertidumbre y a la vez precisión científica indica el camino a seguir. Hay que reducir el consumo y sustituir las fuentes para reducir las emisiones de CO2 y con ello, el cambio climático, y también hay que trabajar por una equidad energética mundial.

Para la comunidad internacional es un reto para nosotros, cristianos y cristianas del mundo, todavía más puesto que nosotros deberíamos tener nuestra propia hoja de ruta: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” y además “tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me vestisteis…”. La comparación entre los mapas de eficiencia y déficit energético y el mapa de distribución de la cristiandad (Figura 1 y 2) no puede dejar indiferente. Países del Norte Global, mayoritariamente cristianos, están en el exceso mientras sus hermanos en Cristo no llegan a mínimos, sólo porque están lejos, son distintos, nos separan las fronteras y no los vemos. No parece que estemos cumpliendo el mandato: “amaos unos a otros como yo os he amado”. Eso sin contar con la universalidad de la Iglesia que nos lleva al imposible humano: “amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os odian” y que destila hermandad con todos, independientemente de su religión, condición o cultura.

Existe la energía, existe la tecnología, se puede redistribuir. Dios mismo en su kenosis se abajo, se vació de sí mismo para hacerse uno de nosotros, no uno cualquiera sino uno de

los carentes, de los del Sur Global si hacemos la analogía con nuestro tiempo. El camino debería marcarlo Cristo, nuestro Dios. Sólo reflexiones…

Estamos, sin embargo, al “filo de la navaja evangélica”. Tenemos una pregunta pendiente de parte de Dios: “¿Dónde está tu hermano?”. Ojalá la respuesta no sea: No lo sé, ¿acaso soy yo el guardan de mi hermano?

Bibliografía

Jackson, R. B., Ahlström, A., Hugelius, G., Wang, C., Porporato, A., Ramaswami, A., … & Yin, J. (2022).

Human well‐being and per capita energy use. Ecosphere, 13(4), e39

María del Carmen Molina. Voluntaria de la CDEI

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