Cuidar la casa común: una obra de misericordia

El origen de la palabra misericordia es latino: miser (miserable, desdichado), cor, cordis (corazón) y el sufijo -ia. Esta palabra se refiere a la capacidad de sentir la desdicha de los demás. San Pablo, como buen ciudadano romano, debió de conocer bien el concepto porque lo clavó en la primera carta que escribió a los hermanos de Corintio (“si no tengo amor…, nada”). En esta Cuaresma, en que la Iglesia, como siempre, nos exhorta a obrar en clave de misericordia corporal y espiritual, no es tan importante que llevemos a cabo, todas y cada una de las recomendaciones, sino más bien que nos sintamos enfermos, hambrientos, confusos, culpables, esclavos, ignorantes, expatriados, sedientos, olvidados…, y desde ahí, conscientes del dolor, nos movamos, actuemos.

En la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación (2016) el Papa Francisco propuso un complemento en las dos listas, la corporal y la espiritual: el cuidado de la casa común. La vertiente espiritual nos convoca a la contemplación agradecida de la creación que ha llegado hasta nuestros días y a la reflexión responsable de todas las especies que hemos extinguido, desde el desprecio o la ignorancia. Esta espiritualidad nos evoca el amor de Dios que subyace en cada criatura, en ella misma y en sus conexiones biológicas con el resto de todo lo que existe. La naturaleza, nos muestra algo bueno que Jesús nos quiere enseñar (p. ej. Mt 6, 26-33), es un escenario místico único para establecer íntima relación entre Dios y todo lo creado y se revela como un sacramento, un signo visible de la presencia de Dios. San Pablo nos recuerda: “pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios (al igual que el hombre, la creación es objeto de redención)(1) . La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió (el pecado humano)1, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rm 8, 19-21). Es decir, la naturaleza “espera” nuestra liberación del pecado para alabar junto con nosotros, al autor de tal liberación, Cristo.

En palabras del Metropolitano Zizioulas de la Iglesia Ortodoxa: “La naturaleza necesita al hombre para su supervivencia eterna no menos que el hombre necesita a la naturaleza para su supervivencia física”(²) . Nuestra vocación ha de ser llevar la creación a la salvación, no a la destrucción. Debemos ser custodios, administradores responsables y no dominadores (LS 116)(3-4) , y es aquí, donde tiene sentido cuidar la casa común como una obra de misericordia corporal. Esta responsabilidad de custodios amorosos necesita simples gestos cotidianos donde romper la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo y donde poner en marcha de forma proactiva (y no reactiva) acciones que procuren construir un mundo mejor. Son muchas las evidencias científicas (5) que demuestras como el consumismo exacerbado, la contaminación, el cambio climático, la mala gestión medioambiental, las especies invasoras, etc., nos conducen a una situación de desequilibrio global que hiere fundamentalmente a los más empobrecidos y a los indefensos.(6) (7)

Según Según un informe de la ONU el calentamiento global podría obligar a emigrar a 150 millones de personas, de aquí a final de siglo. Nuestro pecado nos empuja a poseer y dominar como si todo nos perteneciera, a veces inconscientemente, con total naturalidad otras, y en el mismo empuje desfiguramos el rostro de la creación y el rostro del hermano, en definitiva el rostro de Cristo. “Un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios” (LS 8). Por eso, me permito colocar esta obra de misericordia en la base de todas las demás (ver figura) no por ser la más importante, sino por ser, a largo plazo (cada vez menos largo) esencial para poder llevar a cabo todas las demás. ¿Cómo atender las oleadas de refugiados climáticos (6) (7), enterrar a los muertos en los desastres provocados por el cambio climático (8), atender a los intoxicados por aguas contaminadas con metales pesados, con arsénico (9) …? Claro, vivimos en España y parece que no nos enteramos de todo esto. Van a hacer falta demasiados obreros para la mies. Seamos proactivos en vez de reactivos, al menos una vez en la historia.

Dicen los juristas que el desconocimiento de la ley (humana) no exime de su cumplimiento. Más aún si hablamos de la ley del Amor que se cumple en nosotros a través de Cristo. Esta Cuaresma, puede ser un buen momento para una obra de misericordia espiritual y corporal con la casa común. La reflexión sobre qué puedo o no debo hacer para cuidar la casa común y a continuación ponerlo en práctica desde la alegría y la esperanza, distintivos de nuestra fe, es la clave. No valen escusas, aquí tenemos el decálogo del Papa (LS 227), concreto y sencillo. Empapémonos de misericordia, sintamos el dolor ajeno y actuemos con la vista en Cristo, al que esperamos resucitado al otro lado de la Pascua, en nuestra vida, la del hermano y en la vida de todo lo que nos sostiene.

En esta Cuaresma quedémonos con la exhortación de Francisco: “Aprendamos a buscar la misericordia de Dios por los pecados cometidos contra la creación, que hasta ahora no hemos sabido reconocer ni confesar, y comprometámonos a realizar pasos concretos en el camino de la conversión ecológica, que pide una clara toma de conciencia de nuestra responsabilidad con nosotros mismos, con el prójimo, con la creación y con el Creador”. “Es nuestra humilde convicción -dice el Papa en comunión con el Patriarca Bartolomé- lo divino y lo humano se encuentran en el más pequeño detalle contenido en los vestidos sin costuras de la creación de Dios, hasta en el último grano de polvo de nuestro planeta » (LS 9).

 

Mari Carmen Molina

Comisión Diocesana de Ecología Integral (Área de Sensibilización y Espiritualidad)

 

(1) Los comentarios entre paréntesis forman parte de la interpretación escrita del versículo en la Biblia de Jerusalén.

(2) Theokritoff, E. 2017. ‘Green Patriarch, Green Patristics: Reclaiming the Deep Ecology of Christian Tradition’. Religions 8 (7):116

(3) LS: Laudato si’ y número de artículo correspondiente

(4) Ratzinger, J. 2005. Creación y Pecado. Eunsa

(5) IPCC, Masson-Delmotte et al., 2018. “Global Warming of 1.5°C. Special report on the impacts of global warming of 1.5°C above pre-industrial levels and related global greenhouse gas emission pathways, in the context of strengthening the global response to the threat of climate change, sustainable development, and efforts to eradicate poverty”

(6) https://migracionesclimaticas.org/tuvalu-pais-mas-amenazado-cambio-climatico-pide-responsabilidad-trump/

(7) https://twnews.es/es-news/honduras-zona-cero-del-cambio-climatico-en-america-latina

(8) https://es.euronews.com/2019/09/04/el-cambio-climatico-puede-causar-huracanes-cada-vez-mas-devastadores-como-el-dorian

(9) https://serc.carleton.edu/integrate/teaching_materials/water_science_society/student_materials/648



 

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Un comentario

  1. El ecologismo es una religión derivada de la herejía del panteísmo inmanente.

    En unas charlas organizadas por mi empresa para motivarnos, hacer equipo y rendir más, se nos dió un decálogo. El último punto del decálogo era hacer una donación de sangre una vez al año. Pregunté que tenía que ver eso con todo lo expuesto en las charlas. La respuesta era: nada, pero eso te hace sentirte cumplidor con tu responsabilidad con la humanidad.

    El ecologismo se utiliza para lo mismo: haz lo que quieras pero la basura de plástico a la bolsa amarilla. ¡Así salvas el planeta!

    En la empresa no se nos daban las charlas para construir un mundo mejor con nuestro trabajo, sino para aprender a extraer beneficio de las debilidades de los demás.

    El cristianismo nos enseña a servir al prójimo donando nuestra vida.

    El ecologismo desenfoca y sustituye al prójimo por la naturaleza diciendo que eso es para quitar el hambre del mundo y ayudar al pobre. ¿Se puede ser tan necio? Y la gente cree en estos dogmas y no en la existencia del demonio, que no hay cristiano que lo crea. Y si no pregunten por ahí.

    Pronto llegamos a que Gaia es nuestro dios al que debemos adorar y la alabanza a Dios por sus criaturas lo sustituimos por la alabanza a las criaturas porque son dios, inmanente en la naturaleza. ¡Que ya lo dijeron los Obispos brasileños!

    ¡Nosotros somos dios! y nos unimos al inmanente, porque todos somos uno y bla bla bla.

    Habrá que hacer una nueva cruzada para expulsar a los herejes de los lugares santos. ¡Pero no son esos días!

    Ahora son días de calvario viendo como se desangra la Iglesia, gota a gota, hasta que de su último estertor. Iglesia condenada a muerte por su propia gente, por su Sanedrín corrompido hasta el tuétano.

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