La única especie capaz de cambiar el planeta
Dentro del quinquenio 2023-2027, «El reto de la dignidad: Liberar a la humanidad de la pobreza, del hambre y de la desigualdad desde los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS 1)», este segundo año 2024 Manos Unidas, la organización de la Iglesia católica en España para la lucha contra la pobreza, se propone el reto de alcanzar «un planeta sostenible, sin pobreza, hambre, ni desigualdad»; es decir, una casa común en la que podamos vivir con dignidad todos los seres humanos. A lo largo de este año no pretendemos hablar del cambio climático en general, sino poner de manifiesto una injusticia: cómo la desigualdad medioambiental está afectando a millones de personas, sobre todo del Sur global, mermando sus derechos más básicos.
El punto de partida es la evidente desigualdad, tanto en las causas como en las consecuencias, del cambio climático. Así, mientras que las causas del cambio climático están, sobre todo, relacionadas con la creciente actividad económica de los países más desarrollados, sus riesgos, impactos y consecuencias más severas las sufren los países en vías de desarrollo, que poco han participado en originar el problema. Y es que:
- Un aumento de la temperatura global por encima de 1,5° tendrá gravísimas consecuencias en el clima; sin embargo, si seguimos ignorando el calentamiento global llegaremos a un aumento de 2,8° a finales de siglo, con unos efectos catastróficos para la humanidad y para el planeta.
- No todos contaminamos igual. El 10 % de la población más rica del planeta consume alrededor del 39 % de toda la energía que se produce en el mundo y es responsable del 48 % de las emisiones globales, mientras el 10 % más pobre utiliza un 2 % de la energía total y, junto al otro 40 % más pobre, son responsables del 12 % de las emisiones. Pero esta cifra está aumentando debido, sobre todo, al creciente fenómeno de la externalización de la contaminación.
- Se estima que entre 3.300 y 3.600 millones de personas -cerca de la mitad de la población mundial- viven ahora en contextos considerados “altamente vulnerables” al cambio climático.
Por todas estas razones, para Manos Unidas, la verdadera lucha contra el cambio climático debe partir de la convicción, tantas veces evidenciada por el papa Francisco, de que existe una auténtica “deuda ecológica” entre los países del Norte y los del Sur.
La experiencia y testimonios de las comunidades locales, en las que apoyamos proyectos, nos ayudan a establecer esa relación entre la pobreza y el hambre que padecen con la inequidad climática planetaria, fomentada por la falta de respuesta de la Comunidad Internacional.
Urge una conversión ecológica: una transformación personal y comunitaria, derivada de la convicción de que no somos los dueños de la creación, sino solo sus custodios, lo que supone “una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático (LS, 111). Por eso, en 2024, desde Manos Unidas, apelamos al compromiso personal con los “descartados climáticos”, y reclamamos una implicación de la política global en la lucha contra el cambio climático que, para ser justa, debe centrarse en los más vulnerables.
Manos Unidas es miembro de la Comisión Diocesana de Ecología Integral de Madrid
MANIFIESTO DE CAMPAÑA
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