Esto días me ha tocado revisar con mis alumnos las bases éticas del cambio climático, el último de los temas que incluye la asignatura sobre Cambio Global que imparto, junto a un colega de Ecología, en la facultad de Ciencias Ambientales de Alcalá. Les puse la charla de Greta Thunberg en el TEDx de Estocolmo del año 2018, porque me parece una buena reflexión sobre cómo acercarse al cambio climático desde una dimensión ética. Greta no utiliza argumentos científicos para aceptar o rebatir el calentamiento terrestre (en su opinión, este debate ya está cerrado), sino que insta a actuar basándonos en la evidencia científica y en los tremendos impactos que puede implicar no hacerlo. En ese momento, todavía Greta no era una figura tan conocida y controvertida, y su discurso me parece muy razonable y razonado. La evolución de las cosas, su salto al estrellato mediático en el 2019, creo que no ha favorecido nada, ni a su persona, ni a su mensaje. Lo que en ese momento era una llamada a la acción pensando en el bien de la Vida en el planeta y de las generaciones futuras que lo habitarán (una niña de quince años tenía mucha autoridad para usar ese argumento), se ha convertido posteriormente en un discurso mucho más bronco, que ha pasado de animar a denunciar, de estimular a abochornar, de impulsar a injuriar, y ese no me parece que sea el camino más adecuado para que cambiemos de pautas.
También puse a mis alumnos otro vídeo que me parece resulta mucho mas estimulante, porque se centra precisamente en la importancia de promover valores para el cambio sea posible. ¿Por qué cambiamos nuestros hábitos, también los que se refieren a nuestro impacto ambiental? Me parece que es preciso aunar tres aspectos: saber, poder y querer. Saber el alcance de los problemas y cómo podemos implicarnos para solucionarlos. Poder rebatir nuestras rutinas, sortear las barreras que nos dificultan ese cambio. Querer, estar decidido, actuar, estar profundamente motivados.
¿Cuáles son los principales motivos para cambiar? Creo que da en el clavo el vídeo que ahora inserto en esta entrada, que más allá de las denuncias sobre los impactos negativos de nuestra actuación, nos anima a cambiar precisamente pensando en los frutos positivos de actuar de otra forma. El ser humano se mueve más por los estímulos que por las denuncias. Creo que en el fondo todos queremos hacer mejor las cosas, tenemos un cierto atractivo hacia el Bien, pero nos falta conocimiento, nos vencen las barreras, nos falla la voluntad. Estimular lo más noble de nosotros mismos en lugar de afear nuestros comportamientos equivocados me parece que es un camino mucho más eficaz para que nuestro estilo de vida sea más sostenible. Es mejor apuntar al bien que conseguiremos que al mal que evitaremos. Necesitamos ver vasos medio llenos. Siempre es cierto que hay cosas estupendas que hacemos y otras muchas que podemos hacer mejor, pero aunque el líquido esté a la mitad, recordemos no está vacío, ni siquiera está principalmente vacío, está tan lleno como vacío. Vamos pues a centrarnos en lo que nos acerca a la naturaleza, en lo que hace que estemos más unidos a ella, a considerar que es nuestro hogar, nuestra casa común, para nosotros, para los más vulnerables, para las demás criaturas. Nos hace falta conectar más con el amor y menos con el miedo.