Hermana Tierra: un huerto que aúna inclusión y cuidado de la creación

Hermana Tierra: el huerto que aúna la inclusión social de migrantes con el cuidado de la creación

Noticia publicada en la página web de la Archidiócesis de Madrid el 17 de julio de 2021

 
Hermana Tierra: el huerto que aúna la inclusión social de migrantes con el cuidado de la creación
 

No es un día de mucho calor, pero el sol se nota. Suleiman, de 19 años y natural de Guinea Cronakri, se sonríe apurado al pensar en cuando apriete el calor de verdad. Este joven, que nos cuenta casi sin respirar su periplo de tres años por África para dar el salto a España en patera, es el último de los trabajadores contratados en el huerto Hermana Tierra que Sercade (Servicio Capuchino para el Desarrollo y la Solidaridad) trabaja en el convento de los capuchinos del Pardo. Suli, como lo llaman, se incorporó el 5 de abril procedente de la Casa Boza, un hogar de acogida que la ONG tiene en Madrid para migrantes.

Junto a él, azada en mano, está Armel, de Camerún, que a sus 27 años y con un hijo de 7 en su país sueña con volver algún día «con mi familia». Armel es un entusiasta. Disfruta trabajando al aire libre en un sector, el agrícola, que le gusta y en el que está aprendiendo mucho, sobre todo, a cómo cultivar de forma ecológica. «Aquí no usamos productos químicos», cuenta, por eso «aprendemos a manejar los biológicos», a regar por goteo y economizar agua, a vigilar las plantas más de cerca para prevenir los hongos y los insectos de forma natural, sin herbicidas o insecticidas… Incluso los plásticos con los que protegen los cultivos son biodegradables, de fécula de patata y maíz y con colorante natural.

Huerto Hermana Tierra Sercade jul21 800x400 3

«Somos mucho más profesionales, conocemos mejor las plantas», reconoce Armel, que indica el producto para él más complicado de cultivar: las espinacas, que «cuando empiezan a crecer, sacan muchas hebras». Karim es el tercer joven migrante contratado en Hermana Tierra, pero está ahora de vacaciones. Todos ellos bajo la supervisión de Óscar, el agricultor jefe desde hace cuatro años. En Hermana Tierra, al ser cien por cien cultivo natural, «el trabajo es mayor», pero el proyecto «también es muy motivador para mí porque aúna la parte social y medioambiental» en un sector relativamente nuevo, que es la agricultura ecológica.

Recuperar el huerto

La comunidad religiosa del Pardo está compuesta actualmente por seis frailes, herederos espirituales de aquellos que se establecieron en ese mismo lugar hace ya más de 400 años. A lo largo de estos siglos solo se ha abandonado en dos ocasiones: en la guerra de la independencia y en la guerra civil. Ya en la segunda mitad del siglo XX, el complejo se fue desarrollando y ampliando para acoger un colegio-seminario menor en el que llegaron a estudiar 200 niños, que se situó junto a la zona de la comunidad de frailes –llegó a albergar 300– y otra de granja, carpintería… Y la huerta, que daba de comer a todo el colegio. Todo esto desapareció en 2004 y entonces se inició otra etapa «gracias a la creatividad y la colaboración de muchas personas», cuenta el fraile Jesús Torrecilla, con el proyecto Misión Compartida de frailes y laicos.

Primero se habilitó una residencia, a través de un convenio con la Comunidad de Madrid, para menores migrantes que viajaban no acompañados, que se convirtió en 2010 en casa de acogida para menores tutelados. Tantos años con chavales migrantes hizo ver a la familia capuchina la situación de desprotección en la que se quedaban el mismo día de cumplir los 18 años. Lo cuenta Inmaculada Martínez, la responsable de la huerta Hermana Tierra. «En el tránsito hacia la vida autónoma, lo que falla siempre es la formación y el empleo». Así que fijaron su vista en el huerto, que por aquel entonces llevaba 20 años abandonado. «Teníamos una mina de oro; qué mejor manera de ofrecer esa formación y empleo a los chicos que acompañamos», se dijeron en Sercade.

Huerto Hermana Tierra Sercade jul21 800x400 1

Con el huerto, que se comenzó a cultivar de nuevo en 2015, la entidad une el cuidado de la gente que acompaña con el cuidado «de este trocito de creación». A día de hoy, Hermana Tierra produce, en su hectárea y media de extensión, entre 18 y 20 toneladas al año de verduras, hortalizas y frutas al año: tomate, calabacín, cebolla, melón, sandía, apionabo, coles, hinojo, lombarda, remolacha, lechuga, berenjena… Dividido en cuatro sectores, se cultiva de forma rotatoria en ciclos de cuatro años: un año en barbecho con abono verde para recuperar la tierra, otro para productos de otoño, otro para los de primavera y otro para los frutos y almacenados.

«Intentamos que los chavales salgan con una idea general de todos los tipos de plantas que hay –explica Óscar–, de todo lo que se puede tener en temporada, de lo importante que es que el producto se cultive en su temporada porque las propiedades serán las óptimas con el menor impacto ambiental…». Por eso, en Hermana Tierra también hay un margen para la experimentación y para la creatividad. Por ejemplo, tienen incorporados para el aprendizaje cultivos que no son habituales al haber productores que se dedican en exclusiva a ellos, como la patata o la zanahoria. «Los chicos aprenden rápido, son hábiles y ágiles; tienen ganas y fuerza», explica el agricultor jefe.

Inmaculada añade que «la mayoría de las historias son de éxito porque son chicos que vienen a trabajar; aprovechan muy bien las oportunidades porque tienen claro a qué vienen». Una vez terminado su contrato de formación, que dura entre tres y cuatro años, los jóvenes tendrán una oportunidad de incorporarse a una empresa del sector agrícola, montar su propio proyecto o, como es el deseo de la mayoría, regresar a su país y trasladar allí los conocimientos adquiridos.

Huerto Hermana Tierra Sercade jul21 800x400 4

Mercado ampliado en verano

Las buenas condiciones climatológicas del verano hacen que suela haber excedente de productos. Por eso, los días de mercado para la venta al público se amplían durante julio y agosto a los cuatro domingos de cada mes (en lugar de dos como es el resto del año), de 11:00 a 14:00 horas. El puesto se monta junto a la iglesia, aunque también se pueden encargar los productos a través de la web. Jesús e Inma explican que sus productos están totalmente disponibles también para grandes consumidores, como órdenes o comunidades religiosas, residencias de ancianos…

Los que acudan al mercado los domingos podrán aprovechar también para ver una de las grandes joyas que los capuchinos conservan en el convento del Pardo: el Cristo de Gregorio Hernández, que talló en 1605 por encargo de Felipe III para celebrar el nacimiento de su hijo, Felipe IV. «Como nació un Viernes Santo –explica Torrecilla–, decidió tallar un Cristo yacente». La talla fue enviada a la corte, a Valladolid, pero en 1614 el rey la donó al convento, que precisamente había fundado él dos años antes en esta zona de Madrid que tan bien conocía por sus batidas de caza.

Es el otro pilar de los capuchinos del Pardo: junto a la labor social con el hogar de acogida y el huerto (y la consiguiente tarea de sensibilización que los acompaña), se sitúa el cuidado espiritual de la persona a través de la Escuela de Espiritualidad Franciscana, fundada en 2005, y de la casa de espiritualidad, que se puso en marcha en 2010 tras una gran reforma en el edificio. «La iglesia siempre está abierta», añade el fraile, con cuatro Eucaristías dominicales. Un lugar de acogida y fraternidad, tan característico de la espiritualidad franciscana, también para unos jóvenes «muy dañados, con muchos problemas, con un recorrido de mucho sufrimiento físico y emocional», explica Inma. Lo resume uno de los extrabajadores de la huerta, que había llegado a España tras 14 días en el mar: «Cada ola me parecía la última».

Huerto Hermana Tierra Sercade jul21 800x400 6

 
 
Marcar el enlace permanente.

Comentarios cerrados.